martes, 21 de febrero de 2012

TU RIO DE LUZ...

Yo no había visto nunca
subir un río de luz
por una cuesta de tierra,
hasta que subiste tú,
río de luz del saciar,
a este alto de inquietud.
¡Qué vientos por las orillas,
qué caídas de lo azul,
qué verdes llenos de chispas,
qué olores a juventud!
Todo eterno aunque lo hundieras,
río, subiéndolo, tú.
¡Trayéndolo tú hasta mí!
Y en mí, tu ardiente virtud
se remansaba lo mismo
que en su lugar de trasluz.
Una infinitud de fuente
saciaba mi plenitud.
 


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