En esta callada soledad
donde un grito es un pecado
me encuentro yo admirad@
de tremenda libertad.
Miro al cielo y pregunto
feliz al preguntar
porqué quiere la gente cerrar
los ojos a esta parte del mundo.
Sentada en la hierba
escribo y no paro de escribir
quisiera hacer al mundo oír
que esto ¡por Dios! no se pierda.
Miro al frente y a lo lejos
las montañas están
quieren pero no pueden dar
sombra a tanta maldad.
Sus picachos alzan al infinito
cual gritos desgarrados
pidiendo perdón para los malos,
sin darse cuenta
que aun pidiendo
nada hará que cambie el Alma su atuendo.
Pero pasan los años,
y el firmamento,
sigue herido por los alaridos
que ellos en sus delirios
lanzan al infinito con sus lamentos.
Solo se oye el rumor
de los árboles a mi alrededor
maravillosa entonación
que supera a cualquier compositor.
Murmuran plañideros
y sus hojas se remueven ligeras
al soplo del viento suave
que los empuja con andar grave.
donde un grito es un pecado
me encuentro yo admirad@
de tremenda libertad.
Miro al cielo y pregunto
feliz al preguntar
porqué quiere la gente cerrar
los ojos a esta parte del mundo.
Sentada en la hierba
escribo y no paro de escribir
quisiera hacer al mundo oír
que esto ¡por Dios! no se pierda.
Miro al frente y a lo lejos
las montañas están
quieren pero no pueden dar
sombra a tanta maldad.
Sus picachos alzan al infinito
cual gritos desgarrados
pidiendo perdón para los malos,
sin darse cuenta
que aun pidiendo
nada hará que cambie el Alma su atuendo.
Pero pasan los años,
y el firmamento,
sigue herido por los alaridos
que ellos en sus delirios
lanzan al infinito con sus lamentos.
Solo se oye el rumor
de los árboles a mi alrededor
maravillosa entonación
que supera a cualquier compositor.
Murmuran plañideros
y sus hojas se remueven ligeras
al soplo del viento suave
que los empuja con andar grave.


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