¡Ay Diós! Como añoro tus palabras
Como añoro tu voz, tu presencia.
Recuerdo en mi soledad
Tus susurros apasionados
Que, dulces, dejabas caer en mis oídos
Las tiernas palabras de tu declaración.
Cierro los ojos, tapo con mis dedos,
(Tantas veces por ti cogidos,)
Mis oídos y me aíslo.
Ya nada del mundo exterior oigo,
Ni el susurro de las hojas,
Ni el ulular del viento,
Ni el piar de las aves,
Ni el canto de los grillos,
Ni el correr del riachuelo,
Ni el riár del saltamontes.
Sólo allá, muy dentro,
En lo profundo de mi alma,
Aquellas tiernas palabras
Que con tu cálida voz
Dejabas desgranar en leve murmullo
A la par que en tus
brazos
Me olvidaba hasta de mi misma.
Destapo mis oídos y como si fuése
Un complemento amigo,
Un pajarillo canta con alegre trino.
Aún cerrados mis ojos
Ya nada del mundo que me
Rodea, veo.
Ni el vaivén de las hojas
Que se mueven al par del viento
Ni el vuelo de las aves
Ni las hormigas en procesión, azarosas,
Ni el riachuelo en su lento andar
Ni el alegre salto del saltamontes.
Sólo allá, muy adentro,
en lo profundo de mi
corazón,
Tu figura tan bella
Que con apresurado paso
A mi encuentro se dirige
Y con leve caricia
En mis labios posa un cálido beso…
Pero ya he abierto los
ojos,
Y como broche a mi anterior sueño
Un apasionado y ardiente sol
Hiere mis pupilas y junto
Con el piar del
pájaro amigo,
No se hace tan difícil
La realidad de estar sola,
Sin tu figura delante
Sin tu voz en mi voz.
Sólo allá, muy adentro,
Tú, infinito y para siempre tú,
Amándome con amor sin fin.
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